viernes, 10 de abril de 2009

QUE ESTA PAUSA NOS SIRVA PARA ALGO.


Hijo de Dios es un concepto teológico utilizado en las religiones judía y cristiana para designar a una persona que tiene una relación directa e íntima con la divinidad. Sin embargo, las características e implicaciones de la expresión son muy diferentes en ambas tradiciones religiosas.

En esta época que conmemoramos la vida, muerte y pasión del ser humano más puro y perfecto que ha pisado la tierra Jesús, el hijo único de Dios, quien vino a este Mundo a redimir nuestros pecados es precisa la ocasión para meditar reflexionar y pensar si estamos haciendo las cosas o por lo menos algunos de los ejemplos de ese hombre de carne y huesos como nosotros. Si no lo hemos hecho, pues en esta pausa de la semana mayor pensemos bien y vamos a leer e investigar un poco sobre las obras y grandezas de ese gran hombre.
Pero no solo leer por leer, entendemos que debemos poner en practicas, algunas de esas obras hecha por el unció que podía hacerlo, decimos alguna porque por los siglos de los siglos pasaran millones de años y millones de hombres y mujeres y nadie podrá igualar todas y cada una de las cosas que hizo ese hombre. Un ser humano perfecto, un humano limpio de todas las contaminaciones que tenemos los hombres y las mujeres de estos tiempos.
Ese que fue escogido por su padre el Rey de Reyes, que lo envió para que se hiciera cargo de todos nuestros pecados. Intentemos imitar algunas de las cosas que hizo.


No hay duda alguna de que el Nuevo Testamento presenta a Jesucristo como una personalidad excepcional. Él da evidencia impresionante de poderes extraordinarios en los milagros que realiza; él hace las observaciones más penetrantes acerca de la vida humana, la fe, y la verdadera adoración a Dios; y sus afirmaciones referentes a sí mismo, como la única fuente de vida venidera, son tales que nadie más se atrevería a hacer. Sus apóstoles dicen de él, después de su ascensión, que fue exaltado a todo poder y autoridad a la diestra de Dios. Y su propia evaluación de la vital trascendencia de su persona se resume.

"Y esta es la vida eterna, que [los seres humanos] te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).

Claramente, si hemos de tener alguna esperanza de vida venidera, necesitamos saber la verdad acerca de la persona y trascendencia de Jesucristo.

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